Koenma's Laboratory




Tregua

30 de agosto de 2007

(Recuerdo) Helen: No quiero volver a hablar de esto nunca más. ¡Estás confuso!¡Eso es lo que estás!¡Maldita sea el internet! Ahora mismo le diré a tu padre que te lo quite por haber leído cosas que no has debido. Y ese amigo tuyo... ¡Te prohíbo que lo sigas viendo!

Tras recordar esas frases, Eric había soltado su última lágrima, la cual corrió a toda velocidad por su mejilla debido a la brisa tan fuerte que azotaba a su cara. Sin pensarlo otra vez, extendió sus brazos y dio un acto de fé para abrazar el cielo. Su cuerpo yacía en caída libre desde lo alto de un edificio hallado en la soledad.

Sin embargo, el final que todo el mundo esperaría después de este suceso... no ocurrió. Un milagro produjo que Eric abriera sus ojos y pudiera contemplar la monotonía urbana una vez más. ¿Qué había ocurrido?

Eric: (pensando) ¿Pero qué...?

Se levantó del suelo. Miró hacia arriba y contempló la considerable altura de donde se encontraba.

Ahora sí que estaba realmente confuso. Esperaba poder abandonar este mundo en el que la soledad trataba de desterrarlo torturándolo con su dura compañía. No obstante, se encontraba de pie después de haberse dejado caer desde lo alto del edificio.

Tras haberse sacudido un poco la ropa, salió corriendo en dirección a su casa. Al llegar, se metió en su cuarto sin más. Su madre fue a dar con él.

Helen: ¿Dónde has estado?¿Qué te ha pasado en la ropa? No me digas que has estado con él...

Eric tenía la cabeza en otra parte. No podía asimilar en absoluto lo que había vivido.

Helen: (gritando) ¡Respóndeme!

Eric: (gritando) ¡Déjame en paz!

Eric salió corriendo de su cuarto y se marchó de casa. Se echó a llorar. ¿Por qué no podía descansar en paz? No tenía respuesta para esta pregunta. No tenía apoyo ni comprensión por parte de nadie más que de su amigo. Sin embargo, su amigo no podía estar siempre ahí para él. Y para colmo, Eric estaba enamorado de él.

Pasaron los meses y Eric comenzó a recuperar la estabilidad en su casa. Su madre, la cual negaba la naturaleza de su hijo, ya no controlaba a Eric de la misma forma que antes. Es más, ya asimilaba que él debía continuar con su vida. Pero en el fondo, no compartía en nada las tendencias de su hijo.

El amigo de Eric el cual la madre le prohibía estar con él, se tuvo que marchar. Eric se quedó completamente sólo, sin nadie que pudiera apoyarle y comprenderle.

Con el paso de los años, Eric consiguió salir adelante por sí mismo. Aquellos extraños sucesos, habían sido casi olvidados milagrosamente y continuó emprendiendo la búsqueda de alguna persona, como él, que pudiera comprenderle y pudiera hacerle feliz. Tras un largo tiempo como era, Eric perdía las esperanzas y las ilusiones por continuar teniendo la fé necesaria para avanzar y saber que algún día dejaría de estar sólo e incomprendido.

Un día, conoció a un chico el cual lo hizo muy feliz. Aunque vivieron un amor clandestino, por fin había encontrado a alguien que no sólo le podía entender. Sino también, comprenderle.

Una noche, Eric y su anhelado novio Derek se encontraban en una playa, a la orilla del mar caminando. Mientras caminaban, Eric se detuvo. Contempló la luna llena, el horizonte acuático en el cual estaba reflejado un haz de luz blanco que iluminaba parcialmente el rostro de la pareja.

Derek: ¿Qué ocurre Eric?

Eric: (con lágrimas en los ojos) Que te quiero.

Un beso bajo la luz de la luna fue el sello de aquel bonito momento que estaba pasando la pareja. Tras seguir caminando, Eric se detuvo por un momento. Se agachó y escribió en la arena:

"TREGUA"

Paso tras paso, acercándose a Derek, Eric comenzó a sentir una sensación de paz enorme, una calidez y armonía que le provocó exhalar un cálido suspiro. En ese momento, su vida retrocedió como una película marcha atrás hasta el minuto en el que yacía en el suelo observando la monotonía urbana.

Su sangre abandonaba su cuerpo... recorría los surcos de la acera en la que yacía su cuerpo. Sus ojos, poco a poco, se fueron nublando y una lágrima huía aterrorizada por una de sus mejillas, suicidándose en su barbilla y cayendo junto al río de color rojo. Su última palabra, fue : "tregua".

Tregua. La muerte había declarado una tregua con Eric. Le había mostrado que la vida, pese a lo que se viva, nunca habría motivo suficiente que haga buscar cualquier vía de escape. La vida, pese a lo que se sufra, puede cambiar y que el sufrimiento cese como una estúpida guerra. La vida, había que vivirla, hasta el último momento en que tengamos que decir "hasta luego".

FIN

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Posteado por Koenma a las 18:30, |                  Ir al Inicio | Ir Arriba

3 Comentario(s):


Bonita historia. La vida y el amor siempre ganan :)
  A las 31 de agosto de 2007, 21:30 Anonymous Anónimo dijo:
Magnifico, pero con final agridulce.
No pierdas el don. :-)
He escuchado muchos puntos de vista sobre este relato y me han parecido todas muy interesantes. Este final, desde luego, no pretendía ser el final que todos conocemos de "fueron felices y comieron perdices".

Lo he basado en un caso que, lamentablemente, sigue ocurriendo. Salvo la segunda oportunidad que la muerte le había dado al chaval para que pudiera vivir aquello que tanto anhelaba.

Aún así, la muerte ha empleado la justicia y por cometer el delito de asesinarse a sí mismo, no le ha dado la oportunidad de seguir siendo feliz.

Tras la muerte de Antonio Puerta, un chaval de 22 años, este relato lo he escrito con todo el cariño del mundo para dedicárselo a aquella gente que podría tender a optar por la vía de escape fácil.

Esperad, que lo bueno... está por venir.
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